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Hay una escena en la película Oppenheimer, ahora que acaba de acaparar estatuillas de la Academia, que demuestra con elocuencia por qué no me gusta Christopher Nolan, su director. La secuencia a la que me refiero es la que todo el mundo está esperando ver cuando se sumerge en este biopic sobre el impulsor de la bomba atómica, así que no hace falta que detone aquí un spoiler. El cineasta orquesta una serie de planos que anteceden a un momento sobrecogedor y dilata todo lo posible el tiempo para que el espectador, que ya sabe lo que viene, se vaya hundiendo en la butaca –o en el sofá- acumulando horror. Hasta ahí, todo perfecto. Pero Nolan, que no se sabe por qué motivo se siente muy superior a sus feligreses, opta por permitir que la banda sonora acentúe el espanto, por si la audiencia no ha captado el mensaje. Y lo que consigue es, precisamente, lo contrario. Acabas hasta las narices de la música y el efecto terrorífico se diluye. Algo similar me pasa con el sector de la hostelería. Puedo llegar a conectar con alguna de sus reivindicaciones, pocas, porque conozco bien el paño, perro suelen armar demasiado ruido con declaraciones que son exageradas, son falsas, son fácilmente desmontables o no vienen al caso. Y el efecto de solidaridad que pretenden lograr desaparece tras su inmenso ego, si es que un colectivo puede tener ego, ya me entienden, tan inmenso como el de Nolan.

Hilo ambas actualidades, cine y economía, porque el periódico agradece estas cosas que posicionan bien en los buscadores de internet, porque esta tribuna es de opinión, y no de periodismo puro, y porque desde ayer están ustedes al tanto de que Alicante va a recortar una hora el cierre de las terrazas de la hostelería, tal como les contó Raúl Navarro. Vamos a ver si consigo colar a Barbie en mi argumento, que los SEO (optimizadores de búsqueda en la red) son implacables. En la película de Greta Gerwig, la célebre muñeca, interpretada por Margot Robbie, viaja al mundo real pensando que va a encontrarse con la utopía rosa en la que vive. 

Y no, se topa con la condición humana, pobre. Algo parecido le sucede al alcalde de Alicante, Luis Barcala, quien acostumbrado a la arcadia feliz de su mayoría suficiente, escucha unas declaraciones de la vicepresidenta Yolanda Díaz y arremete como un elefante en una cacharrería. Si han visto la película, Barcala fuera de sus dominios es como el Ken interpretado por Ryan Gosling. Suelta la líder de Sumar que hay que adelantar el cierre de la hostelería para salvaguardar las condiciones laborales de los trabajadores, muy precarios en general gracias a los vociferantes empresarios, y nuestro primer edil tacha la propuesta de majadería. Una semana después, reduce el follón de las terrazas para minimizar las molestias a los vecinos. Eso sí, deja el mismo horario en la temporada alta, es decir, cuando las ventanas están abiertas de par en par día y noche. Hay que reconocer que Barcala se maneja bien a la hora de machacar y defender la misma opinión en apenas siete días.

Venga, metamos una protagonista más de la pasada noche de los Oscar, la ganadora en el antiguo apartado de película extranjera, La zona de interés. En ella, una familia de nazis vive una lujosa rutina en su mansión situada en la orilla del campo de concentración de Auschwitz, justo en la época de su mayor rendimiento. Haciendo gala de la misma banalidad del mal que denuncia la cinta de Jonathan Glazer, descargaré las tintas hasta hacerlas casi invisibles para estampar el inoportuno, pero bienintencionado, símil de que los hosteleros, en términos generales, son verdugos, de sus plantillas, de sus vecinos y hasta de sus clientes cuando se les va la mano con los precios. De todo lo que les rodea. Y que no se dan cuenta de que no obtienen más apoyo que de quienes defienden el libre comercio. No se pueden quejar de todo lo que les atañe si no son capaces de aportar alternativas y soluciones. No pueden creer en ese bulo de que la hostelería siempre es un negocio rentable. No pueden invadir los centros urbanos con una saturación casi insufrible. Reajusten sus expectativas y sus beneficios, señores. La sociedad se lo agradecerá. Y Barcala, a veces sí y a veces no.

@Faroimpostor

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